Cuando la vieja amiga se pierde en el laberinto…

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Durante la participación argentina de la Feria del Libro de Frankfurt, los superlativos fueron la medida con que se evaluó el éxito

Por Jürgen Ramspeck

Para el público alemán no resultó difícil impresionar a los invitados argentinos. Los asistentes a las conferencias mostraron mucho interés, hicieron muchas preguntas y en general eran muy leídos. Y, agregó entusiasmada Claudia Piñeiro, a los autores les pagaron por presentarse. Este entusiasmo habilita –según el lado del Atlántico del que se trate– dos lecturas.

En primer lugar, es un indicio del preocupante estado del mundo literario de ese lado del Río de la Plata que los autores deban ir a Europa para generar interés y ganar dinero por su obra.

En segundo término, dicha declaración da cuenta de cierta ingenuidad. ¿Acaso no se puede esperar de los escritores que deseen conocer el mundo literario y el público europeo? Esa declaración, ciertamente, podría ser considerada como un guiño simpático para los asistentes en Frankfurt. Pero para un país que quiere presentarse profesionalmente en el mercado literario internacional es bastante poco.

Por su parte, la Presidente del Comité Organizador para la Participación Argentina en la Feria del Libro de Frankfurt (COFRA), Magdalena Faillace, se mostró contenta por la “realización de un sueño”. Este sueño fue concebido como un “laberinto” –una docena de lienzos colgantes y paneles– que reproducía toda la historia literaria, política, social y geográfica de Argentina.

Argentina es como una de esas viejas amigas que luego de años te la vuelves a encontrar y notas que, en contraste con ella, has seguido evolucionando. Esta metáfora la empleó una periodista argentina que vive hace cuatro años en Alemania para describir la participación argentina en la Feria del Libro. Una perfección superficial se impone sobre un concepto bien mentado con puntos fuertes de verdad. Toda la historia, el país invitado con mayor cantidad de libros traducidos, la mayor cantidad de escritores –lo superlativo como medida del éxito–. En un laberinto, también te puedes perder.

Con todas las críticas, si pequeñas librerías en Alemania, como la librería Jakob de Nürnberg con una superficie de venta semejante a un departamento estándar en Barrio Norte, colocaron mesas con literatura contemporánea argentina, entonces los autores han logrado su entrada al mercado alemán.

Este éxito, en última instancia, puede ser atribuido al “Programa SUR de apoyo a las traducciones”. 291 obras de 237 autores fueron traducidas a 21 idiomas, de las cuales 77 fueron al alemán, 37 al inglés y 33 al italiano. Este despertar es el argumento de base para poder instalar profesionalmente la literatura argentina en el mercado internacional. Sin embargo, los escritores más traducidos continúan siendo Borges (14) y Cortázar (7). Claudia Piñeiro les sigue con 6 traducciones.

Los autores de la nueva generación deben demostrar que son capaces de salir de la sombra de los grandes literatos argentinos. Por lo pronto, en el marco de la Feria del Libro de Frankfurt, fueron recibidos con los brazos abiertos.

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