The Wall: más que un concierto, una experiencia

Magnífico show que vale la pena vivir

Por Paula Bonnet

“¿Las tecnologías de la comunicación nos van a servir para iluminarnos y entendernos entre nosotros o nos van a engañar y separar?” Esta pregunta se hizo Roger Waters hace veinte años, pero su respuesta sigue siendo relevante hoy. Las primeras presentaciones de The Wall en River demostraron que la tecnología bien usada ilumina.

En 1979 la banda inglesa Pink Floyd sacó su undécimo disco: The Wall. Se trató de un álbum conceptual que devino también en película. Eran las vivencias de Waters convertidas en obra de arte. Además, la importancia simbólica de sus mensajes pacifistas y anticapitalistas marcó una época.

La ambiciosa presentación en vivo del disco se llevó a cabo al año siguiente y encontró a los miembros de la banda al borde de la separación. Se realizaron 31 conciertos en sólo cuatro ciudades y se sufrieron grandes pérdidas económicas en cada fecha.

Tras el fin de Pink Floyd, en 1990 Waters presentó The Wall en una zona de Berlín donde solía estar el muro. A pesar de todas las predicciones, esa no sería la última vez. En 2010 reanudó la gira que lo trajo este mes a la Argentina.

Luego de controversiales declaraciones sobre las Malvinas y encuentros con la presidente Cristina Kirchner, la pared se alzó por primera vez en la cancha de River el pasado miércoles 7 de marzo, con Roger Waters en el ideal rol de maestro de ceremonias. A sus 68 años, el bajista se divide entre estrella de rock, líder revolucionario y actor de comedia musical. Es multifacético y en un show de estas magnitudes funciona.

Más que recital, más que concierto de rock, The Wall es una ópera de alta calidad tecnológica. Se trata de una pared blanca de más de doscientos ladrillos que se construye a medida que pasan los temas, hasta que detrás quedan escondidos los músicos. El muro funciona a la vez como pantalla de alta calidad (la resolución es el doble que la de un cine Imax). Los efectos especiales sonoros envuelven al público de tal manera que hay que mirar al cielo para ver si no están cayendo bombas cuando eso se escucha.

Waters repasa todas las canciones del disco en su orden original y hace un intervalo en el medio, cuando se termina de levantar la pared. Mientras tanto se reproducen escenas de la película, fotos de soldados y civiles caídos por la guerra, clásicas ilustraciones del universo Pink Floyd realizadas por Gerald Scarfe y consignas antisistema.

Si tiene sentido o no gastar millones de dólares en un concierto de rock y luego quejarse de la pobreza en África es algo que no hace falta discutir. Ir a ver The Wall se trata de otra cosa. Cuesta mucha plata, pero en definitiva es algo que vale la pena vivir. No defrauda al fanático de Pink Floyd, la calidad de la música es impactante y la voz de Waters impecable. Tampoco deja de sorprender al que viene a ver un show: la infraestructura es legendaria y el sonido de primera calidad. Más que un concierto, una experiencia.

Las entradas están en venta en http://livepass.com.ar. Todavía quedan las fechas del 14, 15, 17, 18 y 20 de marzo.

Escriba un comentario